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dissabte, 20 de setembre del 2014

Del referéndum al no-referéndum.


La democracia no se improvisa. La cultura política democrática no viene del cielo. La personalidad democrática no se aprende en una hora. El talante autoritario no se pierde en otra. El Reino Unido ha dado una lección de democracia al mundo, a Europa y muy especialmente a España, país en el que un conflicto del todo similar se afronta de modo radicalmente distinto. Al reconocimiento del otro, el respeto a sus derechos, el diálogo, la negociación, la libre elección y decisión de los ciudadanos, criterios aplicados en Gran Bretaña, se opone en España la falta de reconocimiento del otro, la de respeto de sus derechos, el rechazo del diálogo, la ausencia de negociación, la prohibición de que los ciudadanos elijan o decidan nada. El Reino Unido es una democracia consolidada, de solera, secular; su última dictadura, y civil, se dio hace más de trescientos cincuenta años. España es una democracia reciente, enteca, procedente de una tradición autoritaria; su última dictadura, y militar, fue hace menos de cuarenta años.

La democracia no reside en revestir de discursos liberales una práctica autoritaria, como hacen los políticos españoles, sino en tener una práctica de libertades y derechos con un discurso de muchos matices en intercambio civilizado. Eso se nota en el comportamiento de los políticos. A los españoles les sale el talante rígido y autoritario hasta respirando. Los extranjeros se comportan con naturalidad democrática, en ruedas de prensa abiertas a todo tipo de preguntas. Cameron por un lado y el ya dimisionario Salmond por el otro han aportado su opinión o criterio sobre el referéndum escocés al debate público en su país. Habría que incluir aquí a Mas y algún gracioso dirá que es en verdad un político extranjero. ¿Qué presidente de gobierno español desde la dictadura ha dado una rueda de prensa abierta y respondido las preguntas en cuatro lenguas, español, catalán, francés e inglés?

Frente a estos intercambios con preguntas libres, sin pactos previos, ni cupos, ni demás triquiñuelas, Rajoy ha vuelto a hacer un ridículo apoteósico largando al respetable un discurso leído en teleprompter a través de una pantalla de plasma. La performance del hombre tiene cierta comicidad en su gesticulación y en sus evidentes esfuerzos por leer el texto sin farfullar demasiado. La aparición plasmática del que prometía dar la cara cuando estaba en la oposición, remite a una iconografía de Gran Hermano. Pero no es una prueba de control férreo del poder sino del pánico cerval, del miedo escénico de Rajoy a hacer el ridículo enredándose en alguna de sus divertidas expresiones, "ya tal", "salvo alguna cosa". El temor a decir cualquier disparate cuando el asunto es sencillo. "Queridos españoles: en Escocia ha pasado esto y esto, que significa esto otro porque lo digo yo". Y se acabó. Quien no esté de acuerdo, que lo diga en Twitter.

Y ¿en qué consiste ese discurso que Rajoy quiere colocar a la concurrencia? En decir que está muy contento porque los escoceses han elegido y han decidido de la forma que a él le gusta, manteniendo la unidad del país. Ni menciona el hecho de que los escoceses puedan elegir y decidir pero los catalanes no. De eso se encargan los intelectuales del partido. Así, la vicepresidenta del gobierno, famosa por la densidad de su conceptos, dice que en Cataluña no corresponde hacer lo que en Escocia porque Escocia y Cataluña son casos distintos. Que sea precisamente la prohibición a los catalanes de votar la que los hace distintos tampoco le parece digno de mención; probablemente ni se le ocurre. La falta de sensibilidad democrática de los herederos ideológicos de la dictadura es algo normal. Pudiera parecer que sería mayor en quienes se opusieran a ella, pero no es así. Rodríguez Zapatero critica con dureza el referéndum escocés, asegurando que ha sido un salto en el vacío pues lo pertinente fuera llegar previamente a un pacto y someterlo luego a refrendo de la ciudadanía. Entre la negación de la libertad y la libertad hay siempre una tercera vía, consistente en administrarla, gestionarla para que, dándose, no haga saltar todo por los aires. 

Nada que ver con la forma de afrontar la cuestión en el Reino Unido. El nacionalismo español de derecha y de izquierda se encara con el catalán blandiendo la Ley y la Constitución como el que blande una maza y amenazando al independentismo con poner en marcha procedimientos represivos de todo tipo. Izquierda y derecha se diferencian en la solución que proponen, pero no en el diagnóstico que hacen: el independentismo no es legal y, por tanto, no se puede permitir. Y aquí se entra ya en la más feroz y aburrida de las casuísticas sobre qué se hace, qué no se hace, sobre qué bases. Todo por no recurrir a algo tan sencillo como lo de los británicos: votar. ¿Por qué ese empecinamiento en frustar la voluntad de la inmensa mayoría de la sociedad catalana, pretextando de mala fe unos límites legales que interpretados abiertamente no lo serían? Por puro miedo. Por miedo a que el resultado de una consulta en Cataluña fuera muy distinto al de Escocia. 

En realidad, los defensores de la unidad de la nación española no creen en ella. Si creyeran, no les importaría ponerla a prueba. Cameron ha hablado de que los escoceses han votado a favor de la unidad de su país de cuatro naciones. En España, el Tribunal Constitucional deja reducido el concepto de nación no española al ámbito cultural y folklórico y no se acepta el carácter plurinacional del Estado. 

Es decir, no se trata solamente de que el orden legal que se invoca esté muy dañado pues pivota sobre el pronunciamiento de una Tribunal Constitucional con evidente carencia de autoridad moral para decidir. Hay mucho más. Hay que, en el fondo, con el ejemplo de Escocia, el nacionalismo español y su Estado han perdido toda legitimidad para oponerse, prohibir una consulta mucho más inocua que la de Escocia y amenazar con reprimir y represaliar a quienes la pongan en marcha. 

Ayer, el Parlamento catalán aprobó la ley de la consulta. Mas firmará el decreto si no lo ha hecho ya y quedará oficialmente convocada la consulta para el nueve de noviembre próximo. Lo inmediato será la reunión de urgencia del gobierno para remitir la norma al Tribunal Constitucional. De este modo se habrán dado pasos decisivos en la práctica de lo que en teoría de juegos se conoce con el nombre de juego del gallina, en el que pierde el primero que se aparta en un curso de colisión.

Con el ánimo constructivo que lo caracteriza, Palinuro propone la siguiente solución transitoria al conflicto en los pasos siguientes: 1) el gobierno central propone a la Generalitat aplazar la consulta a cambio de reconocerla y negociar su celebración; 2) la Generalitat solicita poderes de negociación del Parlament y los obtiene; 3) ambas partes negocian el calendario de la consulta, para que haya tiempo para la campaña, y el contenido de la pregunta, en la línea de la Ley de claridad canadiense. 

Lo que venga después podrá afrontarse en un clima menos crispado, menos tenso, más abierto y dialogante, lo cual redundará en beneficio de todos. 

Pero no ha lugar. Tal cosa no sucederá porque, como ya ha explicado la vicepresidenta del gobierno, Escocia no es Cataluña, una aclaración tan profunda como la de su correligionaria Botella advirtiendo de que las peras no son  manzanas.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 19 de setembre del 2014

Escocia sí/no.

El día fue largo y la noche, más. Empezar a dar resultados a las seis de la mañana revela crueldad mental. El momento es crucial para Europa y los sondeos apuntan a una relativa igualdad en la carrera, con lo que se mantiene una gran incertidumbre, alimentada, además por todo tipo de rumores y bulos en las redes sociales. Hace unas horas he visto un pantallazo de la CNN en que daba el 52 por ciento al "no" y el 58 por ciento al "sí". Es decir, el 110 por ciento. Es evidente que todo el mundo está muy nervioso. Pero no es cosa de quedarse de pie hasta las seis de la mañana.

Dado que Palinuro ya decía ayer que lo importante para España del referéndum escocés no es el resultado, sino el hecho mismo de que se haya celebrado, bastarán unas breves consideraciones en los dos casos, de que gane el "sí" o que gane el "no", para centrar luego la cuestión en Cataluña.Los sondeos a pie de urna otorgan una ventaja entre seis y ocho puntos al "no". Por tanto, es razonable pensar que salga el "no". De ser así, hay poco que decir. Las consecuencias directas se darán en la política interior del Reino Unido, pero no habrá repercusión exterior, salvo el carácter simbólico del referéndum en sí mismo para el resto de Europa.

Pero tampoco es tan disparatado un triunfo del "sí". El mapa de la derecha ilustra sobre la relativa intensidad de los tuits a lo largo del día, entre el "no", predominante en Inglaterra y el "sí", predominante en el resto del mundo. Especialmente en Escocia. Habrá quien emplee este ejemplo para defender la teoría de que Twitter permite predecir los resultados electorales. Muy probablemente entre los sectores más jòvenes de la población, que son quienes más emplean las redes sociales. Pero quizá el "no" predomine en los sectores con menor acceso a internet, siendo estos los que decidan el resultado final. En todo caso, un hipotético triunfo del "sí", plantea una serie de cuestiones acerca de cómo se gestionará la nueva situación. Desde la adaptación del viejo Reino Unido hasta el impacto que la secesión tenga en la UE. Al respecto se leen muchos disparates. Como que España vetaría el ingreso de una Escocia independiente en la Unión, como si España estuviera en situación de vetar nada. Tampoco es seguro que el problema que se planteara fuera el del ingreso de Escocia. También podría darse el de la salida del Reino Unido, cuya tendencia centrífuga aumentaría.

De todos modos, lo más probable es que gane el "no" por un margen considerable y una participación muy alta. Lo cual, como admite todo el mundo, zanjará la cuestión de la independencia escocesa para mucho tiempo.

A los efectos de Cataluña, que es la parada siguiente en este proceso de autodeterminación, sin duda, el "sí" funcionaría como un estimulante; pero el "no" impactará menos, porque el movimiento independentista está muy arraigado y tropieza con la negativa de las autoridades centrales, lo que plantea una situación mucho más conflictiva que en el Reino Unido. Hoy está previsto que el Parlamento catalán apruebe la norma de convocatoria de la consulta que el gobierno del Estado recurrirá de inmediato ante el Tribunal Constitucional. Los catalanistas parecen dividirse a partir de ese momento entre el soberanismo burgués de CiU, con su palabra empeñada en realizar la consulta pero dentro de la legalidad española y el más izquierdista de ERC que presiona en pro de la consulta recurriendo a la desobediencia si se considera necesario. Ayer decía Alfred Bosch en el Ritz que su intención era sacar las urnas a la calle el 9 de noviembre próximo y que estaban a la espera de ver qué disparate pueda ocurrírsele a Rajoy para impedirlo. Actitud prudente porque algo se le ocurrirá y seguramente será un disparate que solo enconará los ánimos. El más obvio de todos, recurrir al artículo 155 de la Constitución y suspender la autonomía de Cataluña.

En realidad, todas las medidas represivas que se tomen, allí en donde lo único sensato que cabe hacer es permitir el voto, serán disparates. Los escoceses pueden votar, ¿por qué no los catalanes? Recuérdese que, según Rajoy, ningún Estado democrático somete a referéndum su integridad territorial. A lo mejor, habiéndose ya enterado de que eso es exactamente lo que está haciendo uno de los más viejos Estados democráticos del mundo, considera la posibilidad de devolver a los catalanes el pleno uso de sus derechos.

dijous, 18 de setembre del 2014

Europa, España, pendientes de Escocia.

El de hoy será un día largo, muy largo, para Europa y también para España que es parte de Europa, aunque a veces no lo parezca. Hay tensión, emoción por lo que pueda pasar en Escocia. Los gobiernos, las grandes y los grandes capitales muestran profunda preocupación. Las autoridades andan angustiadas. El Reino Unido se asoma al abismo titulaba ayer dramáticamente una pieza el diario Público.es. Nada menos que al abismo. El temor a lo desconocido se palpa en el ambiente. Seguro que las cotizaciones de las bolsas, que son los termómetros del capitalismo, sufren algún quebranto. 

Solo los grupos nacionalistas e independentistas de los diversos Estados europeos, las minorías,  manifiestan su alegría. Los demás, las mayorías, contienen el aliento, especialmente en Inglaterra/Gales y Escocia. Un triunfo del "sí" en el referéndum tendrá consecuencias directas en la vida cotidiana del conjunto de habitantes de lo que ha venido siendo el Reino Unido, uno de los Estados de mayor éxito en la Edad contemporánea y que puede dejar de existir a partir de hoy. Una perspectiva suficiente para generalizar la inquietud y sembrar el miedo. Es cierto que están contenidos. No ha habido violencia ni barbarie durante el proceso. Al final, parece haberse dado algún intento de guerra sucia: las autoridades inglesas han pretendido comprar el "no" en Escocia mediante concesiones y donativos que quizá no acepten los demás británicos. El Partido Laborista, se dice, ha filtrado un supuesto documento oficial escocés en el que se planean recortes bestiales del sistema nacional de salud despues del referéndum. Pero, en general, el debate ha sido civilizado, pacífico, democrático. O sea, ejemplar: una colectividad es capaz de razonar sobre su división sin enzarzarse a palos. 

¿De dónde viene, pues, el temor? De un lado del hecho de que, en los últimos tiempos, la independencia de Escocia ha pasado de ser una quimera o una remota e indeseada posibilidad a tener un alto grado de probabilidad. The Scotman trae el resultado del último sondeo: 48% por el "sí" y 52% por el "no", con tendencia creciente del "sí".  Y un forofo de Plaid Cymru, los nacionalistas galeses, vaticinaba ayer en Twitter un 60% de "síes". La preocupación viene de que la incertidumbre se mantiene ahora mismo. 

Pero viene también de la repentina conciencia europea de que el secesionismo, la inestabilidad territorial, no es cosa tan solo de la Europa Oriental. Es de toda ella que se había acostumbrado a la idea de que las fronteras del continente salidas de la II Guerra Mundial habían quedado fijadas para siempre en la Declaración de Helsinki de 1975. Falso. Aquellas fronteras empezaron a saltar a finales de los años 80. Bueno, se dijo, pero en los países eslavos, los orientales, los bálticos; la zona periférica de Europa. El Reino Unido forma parte del corazón de Europa, aunque su sentimiento a veces sea distante y su situación geográfica también relativamente periférica. 

En realidad, no hay razón para alarma. Europa, el continente europeo, es una región en la que las fronteras no han hecho otra cosa que cambiar desde siempre. Los Estados aparecen y desaparecen y sus formas políticas cambian. Bélgica, meollo de la UE, no tiene doscientos años, Italia no llega a los ciento cincuenta y Alemania tiene algo más de veinte dado que la República Federal surgida de la unificación con la República Dmocrática dio origen a un Estado, el actual, que no coincide con ninguno anterior a la partición del país en 1945. Escocia ya fue reino independiente. ¿Por qué no ahora una república?

En el caso de España, el asunto es distinto. Aquí el impacto del referéndum no depende solo de su resultado. Cierto, si este es "sí", el independentismo catalán subirá como un soufflé; si es "no", quizá no tanto. Sin embargo, el efecto no lo produce el resultado sino el hecho de que pueda celebrarse el referéndum. Para justificar su cerrada negativa a la consulta catalana, Rajoy ha dicho en alguna ocasión con esa facundia tan suya que ningún país democrático del mundo ha sometido a referéndum su integridad territorial. Si el hombre ignora que el Canadá lo ha hecho dos veces, en 1980 y 1995 y no ve que el Reino Unido está haciéndolo ahora mismo, delante de sus narices, su caso es preocupante y, por supuesto, las consecuencias las pagaremos todos. 

Los unionistas en ambos casos cuentan los pelos al rabo de la esfinge buscando diferencias entre Escocia y Cataluña, entre el Reino Unido y España. Pero, aunque son muchas, obviamente, ninguna de ellas ni todas en conjunto justifican una diferencia tan abismal de trato en materia de derechos por la cual los escoceses pueden hacer lo que no pueden los catalanes. Serán todo lo distintos que se quiera, pero tienen algo esencial en común: dicen ser Estados democráticos de derecho. Y el derecho a decidir no se le puede negar a nadie. El argumento según el cual los catalanes no tienen ese derecho ya que pertenece al conjunto del pueblo español porque eso es lo que dice la Constitución es endeble por dos razones. Una es liviana pero tiene su alcance: el Reino Unido no tiene constitución escrita. 

La otra razón es de más peso. El derecho a decidir, el derecho de autodeterminación, no puede depender de su reconocimiento en un texto legal anterior. Si así fuera, los Estados Unidos no existirían y el mundo hoy sería muy distinto al que es. Ciertamente, no será posible convencer al presidente del gobierno de que adopte este punto de vista. Su tarea es, como siempre recuerda, cumplir y hacer cumplir la ley, si bien es cierto que, cuando le incomoda, hace que sus huestes parlamentarias la cambien a su antojo. Pero para eso no es necesario mentir diciendo que las democracias no someten a referéndum su integridad territorial. 

Ahora mismo está haciéndolo una y eso es lo que saca de quicio al nacionalismo español, con independencia del resultado.

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Por cierto, hoy presento a Alfred Bosch en el Fórum Europa, en el Ritz. Algo también conocido como "los desayunos del Ritz" o algo así. Bosch es portavoz de los diputados de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso. Un escritor, político, profesor, un hombre culto al que gusta leer y al que será muy interesante escuchar.

divendres, 4 de maig del 2007

¿Escocia independiente?

No hace falta decir que muchos ojos europeos están fijos en lo que pase en Escocia en las elecciones municipales que tuvieron lugar ayer en Gran Bretaña y, especialmente, las autonómicas de Escocia y Gales para sus respectivos parlamentos. Y menos falta hace decir que muchos de esos ojos, los que más interés tienen fuera del Reino Unido, son vascos. En efecto, por primera vez desde que se pusieron en marcha las instituciones de autogobierno en Escocia en 1999, los sondeos apuntan a que pueda vencer el Scottish National Party (SNP), aunque no por mayoría absoluta, poniendo fin a la tradicional supremacía laborista en Escocia. De darse tal victoria, el SNP pretende convocar un referéndum de independencia para 2010, dentro de tres añitos de nada.

Se entiende que cunda el interés y hasta cierta indignación entre los nacionalistas vascos: llevan viendo en los últimos años cómo otras naciones europeas emergen (o reemergen) a la luz de la historia: las bálticas, Eslovaquia, recientemente Montenegro y ahora...Escocia. Y la indignación tiene que ser mayúscula cuando se ve que algunos de estos que se salen con la suya son unos recién llegados en comparación con el vetusto PNV. El SNP, sin ir más lejos, se funda en 1934 (en 1928, si tomamos en cuenta su predecesor el National Party of Scotland), que es nada comparado con la centenaria historia del Partido de Sabino Arana.

Es una pena que, con los nuevos arreglos institucionales (votos en circunscripciones uninominales y votos en circunscripciones con listas, para mezclar el sistema matoritario con el proporcional), el recuento ahora tarde tanto. Estoy enchufado a la BBC, pero los resultados llegan con cuentagotas y nadie cree que sean medianemente definitivos antes de las seis de la mañana. O sea, que larga noche. Lo que sí parece saberse (aunque tampoco es cien por cien seguro) a la hora de redactar este post es que la participación está por encima del 60%. En las últimas elecciones estuvo por debajo del 50%. Si eso es así, me temo que los del SNP(Alex Salmond) vuelven a quedarse en la estacada. Parece que quienes están perdiendo votos son Liberales-Demócratas de Nicol Stephen.

Aunque los nacionalistas escoceses consigan ganar estas elecciones, su referéndum previsto no les daría buen resultado pues cerca de dos tercios de los escoceses se oponen a la independencia. No obstante todo ello me interesa señalar aquí dos cosas: la primera es que muchos países (Canadá, Montenegro, Escocia, etc) están dando ejemplo a España de cómo se resuelven estos problemas, esto es, civilizadamente, si ponerse histéricos y mediante un referéndum o los que hagan falta, cuyo resultado habrá que respetar sea el que sea. Al respecto, en mi modesta opinión, el principal obstáculo al referéndum en el País Vasco es la existencia de ETA. Mientras exista esa organización, y durante algunos años después de su desaparición hasta que se restablezca una atmósfera de confianza y seguridad en la sociedad vasca, convocar un referéndum me parecerá no sólo ilegal sino inmoral.

La segunda: Europa es un continente, el viejo continente, caracterizado por un hacer y deshacer permanente en todos los sentidos. Si la comparamos con América, por ejemplo, donde apenas se ha movido una frontera en los últimos 150 años y, por supuesto, ni un solo Estado ha cambiado de forma de gobierno, veremos que el viejo continente es territorio de experimentación. Caen repúblicas, se fundan monarquías, Estados separados se unen, Estados unidos se separan... ¿y qué? No pasa nada. ¿Que el País Vasco se pronuncia por la independencia (que no creo)? Bueno ¿y qué? ¿Por qué no se puede hablar de la posible independencia de vascos, catalanes, etc, sin que se te eche encima una manga de trogloditas hablando de alta traición, lesa Patria y semejantes majaderías?