dissabte, 7 de març del 2015

De dónde venimos; a dónde vamos.


Tan preocupados estamos por saber a dónde vamos que se nos olvida de dónde venimos. Obsesionados con el futuro, que cualquier líder de medios pelos nos promete "conquistar", descuidamos el pasado. Seguramente lo demos por "conquistado" y, así, tendemos olvidarlo. Pero el pasado pervive precisamente en nosotros, en nuestra lengua, en nuestra habla, nuestra cultura, tradición y costumbres. Ignorarlo es ignorar una parte de nosotros, quizá la más importante porque muestra lo que somos. Lo que seremos, ya se verá. Y, si no vemos lo que hemos sido, en realidad, no vemos nada. Cegados por el el presente nos empeñamos en compararlo con un pasado que desconocemos y así salen las comparaciones, propicias para que los vaticinios no los hagan ya los profetas o los arúspices, los poetas o los científicos, sino los charlatanes, los mercaderes. Clase esta última siempre moralmente denostada en el catolicismo de derechas e izquierdas ("no queremos una Europa de los mercaderes"), pero la única que ha movido realmente el mundo hasta traerlo al momento presente, cuando queremos "conquistar el futuro" a base de ignorar el pasado.

Quien quiera darse una vuelta por lo que ha sido parte importante del pasado del hombre en todo el planeta y muy especialmente en España, que visite la exposición fotográfica del Jardín Botánico de Madrid (hasta el 15 de marzo), llamada En movimiento, sobre la trashumancia en el Mediterráneo. Son unas sesenta fotos de fotógrafos profesionales de Marruecos, Túnez, Grecia, Turquía y el Líbano sobre distintos tipos de trahumancias de ovejas, camellos, vacas, caballos. Se añaden dos temas monográficos, ambos espléndidos, de España, uno de Gemma Arrugaeta genérico sobre "Pastoreo y trashumancia" y otro de Raúl Moreno sobre "vaqueros trashumantes". Las explicaciones, muy instructivas (aunque ya podían editar un pequeño catálogo) inciden especialmente en los aspectos científicos, ecológicos e industriales de la actividad. Pero las fotos son sobre todo arte en la naturaleza, a lo mejor ese momento cuando "la naturaleza imita el arte", de Wilde.

La trashumancia probablemente sea anterior a la revolución neolítica, ya que se trata de una forma de nomadismo, una de trayecto fijo; pero trayecto. En España forja partes de la nación desde antes de los tiempos de los celtíberos. Los 120.000 kilómetros de cañadas, cordeles, veredas, que surcan la península ibérica son a veces la planta de las calzadas romanas, algunas en uso hoy día, como la posteriormente llamada vía de la plata, desde Extremadura hasta los montes leoneses y más allá por donde viajaba el metal de América. Esos desplazamientos periódicos de cientos de kilómetros con los ganados dejaron, sí, un rastro ecológico y otro cultural riquísimo: las ventas, las majadas, las fiestas, las costumbres, los cantares e historias de zagales y zagalas, los canales, los abrevaderos, prendieron en la cultura a lo largo de los siglos. Añádase que la actividad llegó a ser políticamente dominante puesto que, estando la península dividida en dos entre moros y cristianos, las tierras de la frontera no ofrecían seguridad para la agricultura y solo podían explotarlas los ganaderos. Esto se institucionalizó cuando Alfonso X el Sabio creó el Honrado Concejo de la Mesta de Pastores en 1273, con lo que la Mesta debe de ser el gremio más antiguo de Europa. Y, en España, casi un Estado dentro del Estado, hasta su abolición en el siglo XIX y una actividad que, en su enfrentamiento con la agricultura, condicionó el desarrollo del país.

La Mesta sucumbió en el siglo XIX, pero no a la ley, sino al ferrocarril. La actividad había cambiado de signo mercantil. El ganado se transportaba en vagones. Los ferrocarriles habían venido a cerrar el pasado y abrir el futuro. O eso creían los ingenieros e industriales hasta que, a la vuelta de unos años, la trashumancia empezó a hacerse por carretera, en camiones ganaderos. Las cañadas se han reducido y estrechado, pero se han hecho mucho más rápidas. Aún así, el desplazamiento a pie siguió siendo mayoritario hasta mediados del siglo XX. El pasado se resistía a morir. No morirá nunca, salvo con la especie, que es trashumante. De hecho, trashumar es cambiar de humus, de suelo. Si no somos de donde nacemos sino de donde pacemos y hoy se pace aquí y mañana allí, no somos de lado alguno. Más al fondo oscuro de las cosas si el mismo término de hombre, homo, viniera del humus latino, cuestión que Corominas reputa prudentemente de "las más oscuras de la lingüística indoeuropea" y fuéramos menos prudentes, diríase que la trashumancia es la forma por la que el hombre cambia de sí mismo. La trashumancia es la vida. Aunque queramos olvidarla y darla por cerrada o "conquistada". Somos lo que fuimos. Y más cosas, claro. Pero, sobre todo, lo que fuimos.

La presión de avance de la técnica nos incita a lo dicho: olvidarnos del pasado, que es lo que nos explica, para obsesionarnos con el futuro. Pero, como el hombre es más cosas, además de humus, esa misma técnica pone en sus manos no solo la posibilidad de olvidar el pasado, sino de volver sobre él y destruirlo, hacerlo desaparecer, para negar su existencia. Esos bulldozers que han arrasado la antiquísima ciudad asiria de Nemrod, así llamada desde los tiempos bíblicos con el nombre del rey al que se atribuye la torre de Babel, van dirigidos contra el pasado de los mismos que ciegamente los manejan y no por soberbia técnica, sino por fanatismo religioso. La ciudad era mucho más antigua, su primitivo nombre en escritura cuneiforme parece haber sido "Levekh" y fue capital del Imperio neoasirio durante muchos siglos. De ella proceden los famosos toros alados que pueden contemplarse en Londres, París y Chicago. En ella había zigurats. Con todo han arrasado los del ISIL que también han destruido los antiquísimos fondos de la biblioteca de Mosul. Quemar bibliotecas, destruir monumentos, enterrar sabios vivos, derribar estatuas, arrasar ciudades. Los hombres han hecho mucho más por destruirse ellos mismos que todas las demás fuerzas de la naturaleza juntas. Iba a poner ciegas, pero ciegas son todas.

En fin, que la trashumancia es importante y la exposición está muy bien.