dissabte, 5 de febrer del 2011

La productividad

Hasta la revolución egipcia pasa a segundo plano cuando nos tocan el bolsillo. La atención se centra ahora en ese plan germano-francés para fomentar la unidad económica en la UE presentado en Bruselas que trae pinta de mayores sacrificios y más cinturones apretados.

Francia y Alemania, sobre todo Alemania, insisten en controlar los déficit. No es que tengan mucha autoridad moral para hacerlo dado que fueron las primeras en saltarse los controles cuando les interesó y, aunque había sanciones previstas para estos casos, no se les aplicaron. Pero no les hace falta autoridad moral ya que tienen el poder económico. Además, su exigencia no es disparatada. Aumentar la productividad general de la UE es el primer paso para ganar la batalla de la competitividad que es en donde está el problema de la recuperación. Dicho en cinco letras: China. Y desde luego es un avance que la UE entienda que ha de verse como una unidad económica en un mercado altamente competitivo en el que juegan también los EEUU y la China.

La imagen muestra la situación de la competitividad de la UE, la eurozona y la OCDE comparativamente en 2007. La situación no estaba mal pero, desde entonces, ha habido una recesión muy fuerte y el cuadro seguramente es hoy muy otro. Basta pensar en ese tercer lugar de Irlanda. La marca España no era deslumbrante pero tampoco era catastrófica: por debajo de la media de la eurozona pero por encima de la de la OCDE y por delante de Italia.

Mas las cosas han cambiado y hay que adaptarse aumentando la productividad y la competitividad. Lo que no está tan claro es que el aumento de la primera haya de hacerse a costa de los salarios. Desvincularlos de la inflación y ligarlos a la productividad puede sonar razonable en un principio hasta que nos damos cuenta de que una de las formas de aumentar la productividad (que, al fin y al cabo, es la relación entre cantidad de recursos empleados y producto obtenido) es precisamente bajar los salarios. Esto me parece una aporía: bajando los salarios aumenta la productividad y, al aumentar la productividad, hay que subir los salarios. Y no hablo de los beneficios porque esos son tema tabú que jamás se menciona en esta fiebre de planes de recuperación. La productividad ¿no aumentará también incrementando la eficiencia de la mano de obra invirtiendo en formación e I + D? Cierto que sí. Y no menos cierto que esos aumentos de productividad tienden a generar paro y el paro, ya se sabe, presiona los salarios a la baja. Y es que la situación es muy complicada.

La posición de Alemania es muy sólida porque es la que paga. Pero esto no quiere decir que pueda sin más imponer sus condiciones sin escuchar alternativas. Al fin y al cabo, la primera interesada en la prosperidad de la eurozona y de la UE en su conjunto es Alemania que tiene en ellas su principal mercado.

Hay dos tipos de medidas que también están directamente racionadas con la productividad y de las que nunca se habla: una lucha decidida contra la economía sumergida y el fraude fiscal y una revisión de los abanicos y diferencias retributivas. En un país en el que el salario mínimo es de 640 euros al mes no es de recibo que haya gentes que ganen como retribución, un millón de euros, también al mes. Como tampoco lo es que en un país con una tasa de paro altísima haya empresarios que emplean mano de obra ilegal probablemente en condiciones de semiesclavitud. De lo cual nos enteramos con casos como el de ese trabajador sin papeles abandonado en un hospital tras perder una mano en el trabajo. Eso sin duda es muy productivo (hasta que pasan estas desgracias) pero profundamente inmoral. Así que ojo con la productividad que puede llevarnos a admitir la esclavitud.


EGIPTO

Hay un momento en la revolución egipcia en que se ha alcanzado el nivel de lo sublime y es cuando Barack Obama pide a Mubarak que escuche la voz de su pueblo, es decir, que se vaya, dicho en los términos un poco bíblicos en que suelen hablar los presidentes gringos. Porque la voz del pueblo dice que Mubarak se vaya. Más diplomáticos, los europeos que, por supuesto, condenan la violencia en Egipto, es decir, condenan a Mubarak porque son sus matones quienes han recurrido a ella, al mismo tiempo piden a la oposición que negocie con Mubarak. ¿Está claro? Muy diplomático: que se vaya pero que se quede.